Soy Juan González Centella nacido el 10 de mayo del 1.966, natural de Gerona y esta es mi historia personal.
Antes de comenzar, deciros que nunca es fácil compartir la vida de uno mismo, existen y aprendemos, una serie de resistencias para intentar protegernos, guardarnos nuestra privacidad celosamente creyendo que si el mundo no nos conoce no podrá dañarnos, pero haciendo esto, solo conseguimos dañarnos nosotros mismos.
Como comentaba, nací en 1.966, por aquel entonces Bob Dylan lanzaba su séptimo disco y en la tele solo se hablaba de la guerra de Vietnam, el mundo en general era un caos y el entorno familiar en el que me iba a criar no iba a ser muy diferente.
Primeros años y desarrollo de la personalidad
Decir, que recuerdo mi niñez con mucho cariño, había muchos problemas en casa, pero recuerdo haber aprendido a lidiar con toda esa hostilidad ausentándome en mis propios pensamientos y juegos.
Sin embargo, esta ausencia, arrastro algunos problemas en el colegio donde, pese a no suspender, no daba todo mi potencial. En aquel entonces no existían las herramientas que ahora existen, si en aquel entonces un facilitador (este nombre me encanta para hacer referencia a mi trabajo) hubiera trabajado conmigo, ayudado y sostenido para que todo mi potencial hubiera salido a la luz…
Aún y así, me las arreglé para aprobar todos los cursos, pero con 17 años, se me abrió una buena oportunidad que no pensaba dejar pasar.
Nuevos caminos al alcance de mi esfuerzo
Los años estaban pasando, los años de escuela se acababan y yo tenía que decidir que iba a hacer con mi vida, pero no lo tenía nada claro, tenía la sensación de que estábamos al final del partido y no tenía ni idea a que juego estaba jugando.
Entonces se me presentó una oportunidad, yo tenía 17 años y un familiar me habló de una oportunidad de trabajo en Ibiza, sirviendo como camarero en un hotel. Mi zona de confort me agarró y me susurraba al oído que era una locura, un chico tan joven, lejos de su familia y sin ningún apoyo. Recuerdo haber dormido mal las semanas previas al viaje, pero quería mejorar mi vida y sabía, a ciencia cierta, que con las mismas acciones solo iba a conseguir los mismos resultados.
Cuando llegué, me sentía como un extraterrestre, pero, como un jefe mío diría: “Lo que te falta de aptitud lo tienes de sobra en actitud”
Así que allí estuve trabajando de lunes a domingo y raro era el día que mi horario bajaba de las 11 horas. Me pagaban 75.000 pesetas, trabajaba tanto que lo ahorré casi todo.
Escribo estas líneas con una sonrisa, para mí fue algo extraordinario, ponerme una meta y conseguirla, tener un objetivo difícil, luchar por él y alcanzarlo, creo que esa sensación, y lograrla para mis pacientes, es lo mejor de mi trabajo.
Vuelta a mi mundo, pero yo ya no era el mismo
Al volver ocurrió un fenómeno extraño, todo era igual. Las mismas bromas, las mismas anécdotas y las mismas personas. A veces, mis amigos y conocidos, explicaban como se sentían y que habían hecho y yo, por vergüenza, prefería no decir nada ya que tenía demasiado que explicar, había crecido tanto personalmente que me sentía despegado.
Así comencé a trabajar de camarero, dada mi experiencia encontré un buen puesto, pude independizarme, me compré un coche y tenía mi pareja, la vida me sonreía.
Ya por aquel entonces recuerdo que muchos de los clientes eran deportistas y, casi sin quererlo, hicimos una cuadrilla donde me pedían consejos para aumentar su rendimiento, aunque era entre copas y de manera poco profesional, podría decirse que fueron mis primeros clientes. Cada victoria de ellos me las hacía mías, me di cuenta de que venimos a este mundo a ayudar, y entonces se me encendió la llama del coaching, aunque aún no sabía ni que eso existía.
Segunda fase – Mejora personal
Para aquellos que no sepan que es, existe un principio de la felicidad que Abraham Maslow habla sobre las necesidades que tenemos en una pirámide, en ella dice que hasta que no hemos cumplido nuestras necesidades más primarias (supervivencia, seguridad…) no podemos pensar en ayudar a los demás, y eso es justo lo que me pasó.
Yo ya tenía 27 años, y poco o nada quedaba de aquel chico apocado que no podía ni concentrarse en la escuela, me casé con mi pareja, compramos un piso y abrí un negocio de extintores.
Mi trabajo era hablar con los clientes, recomendarles, asesorarles y ayudarles. La empresa que montamos fue cada vez mejor, los clientes me felicitaban por mi compromiso y mi gran capacidad de empatía, así pasaron 20 años, pensé que había encontrado mi propósito en la vida, pero el universo, tarde o temprano, siempre te pone en la dirección adecuada, nunca es tarde para la mejora.
Encontrando mi sitio
En mi búsqueda con el conocimiento sobre el ser humano, encontré a Marta García que hace cursos on line sobre marketing dirigido a emprendedores y coaches.
Ella fue la que, con 47 años, me enseñó la respuesta a la pregunta que llevaba media vida formulando y, al oírla me interesó de pleno.
Esta herramienta era la que daba forma a mi ser, mi propósito en la vida y comencé mi estudio.
Ya llevo en esto un tiempo, he ayudado a mucha gente a descubrirse a sí mismos, a explotar su potencial. Mis clientes a los que mucho considero amigos, son el objetivo que tenía, ayudar a crecer, dar las herramientas que necesitan…
Hoy tengo 51 años y me queda tanto que compartir, solo espero que tú que estás leyendo esto, quieras también formar parte de mi historia